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Víctima 11

Actualizado: 21 mar 2022

Todo comenzó cuando era adolescente y empecé a salir con un chico que había sido mi amigo hasta entonces. Al principio era todo de película, hasta que aparecieron las famosas "red flags".


Desconfiaba completamente de mí, por lo que no me dejaba salir de fiesta, entre otras cosas. El problema es que no me prohibía las cosas directamente, sino que utilizaba siempre el chantaje emocional con frases como "Es que yo me quedo en casa preocupado" y a mí me daba lástima, entonces no iba. Al día siguiente, me enteraba de que él había salido a escondidas la noche anterior y yo no me hubiese dado cuenta de no ser por las historias de otras personas en Instagram. Tampoco podía hablar con absolutamente ningún chico, porque me echaba la bronca, pero él tonteaba con chicas a mis espaldas y cuando me enteraba nunca era "para tanto". Si me ponía un bikini con braga brasileña ya no podíamos ir a ninguna parte porque se avergonzaba de mí. Me aisló completamente de mis amistades mientras él seguía viendo a las suyas, tanto que llegó a hablar mal de mí con ellxs. Yo no me atrevía a decirle a nadie como era él realmente. En parte, me daba miedo que nadie me creyese, ya que él daba una imagen de santo. Por otro lado, me avergonzaba reconocer lo que estaba aguantando, entonces solo se sabía su versión.


Llegamos a tener una fuerte discusión porque le dije que él no era mi primera relación sexual y me dijo que le daba asco. Un día me enteré que me había sido infiel. Ya me lo olía, pero le llegué a perdonar, aunque para él, como siempre, no fue nada del otro mundo. Era muy agresivo verbalmente y discutíamos día sí y día también. Me dejó en varias ocasiones y me acuerdo de llorar todas las noches, de suplicarle mientras él se mostraba indiferente y le daba absolutamente igual el daño que me hacía. No recuerdo bien cuando empezó, pero en algunas de esas discusiones yo fui detrás de él como siempre y me pegó puñetazos en el estómago mientras yo lloraba a lágrima tendida.


Un día, cuando empecé a "liberarme", salí con una amiga. Él también salió, quedamos en la puerta de su casa, llegó tarde, subió a casa y no me dejó entrar por haber ido con mi amiga. Una familiar suya me abrió la puerta y él se enfadó tanto que la empujó con tal fuerza que cayó al suelo. Ella, dolida, quiso llamar a la policía, pero él me convenció para que hablara con ella y no lo hiciera. Me arrepiento tanto de no haber estado a su lado.


Al fin, me quité la venda de los ojos, empecé a salir con mis amistades a escondidas, hasta que reuní el valor para dejarlo. Empezó a suplicarme que iba a cambiar y me daba hasta lástima, pero seguía firme en mi decisión. Cuando vio que no iba a cambiar de opinión, empezó a insultarme. Si se enteraba de que salía de fiesta a algún sitio, recibía un mensaje suyo diciéndome que él casualmente aparecería en el mismo sitio. Por suerte, nunca lo hizo. Meses más tarde, nos encontramos en una fiesta y se volvió a poner la careta de víctima. Lloró delante de todo el mundo y con toda su cara me dijo que nunca perdiera a mis amistades del momento.


Cuatro años después, solo se lo he contado a 3 personas y no saben ni la mitad de lo ocurrido, porque no he querido recordarlo más. Seguro que me he olvidado de muchas más cosas, pero básicamente lo he escrito por aquí por si puedo ayudar a alguien que se identifique con mi misma historia y se atreva a ponerle punto final, antes de que la cosa vaya a peor. Se puede salir de esto y es el mayor peso que me he quitado de encima en toda mi vida. Las que empezáis una relación, por favor, fijaos en las "red flags" y nunca permitáis que os traten así.

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BY IZAR LIZARRALDE

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