Feminismo inTRANSigente
- Izar Lizarralde
- 6 mar 2021
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 21 mar 2022
El nuevo borrador de la Ley Trans promovido por la Ministra de Igualdad, Irene Montero, revoluciona al sector feminista radical en su búsqueda de la abolición del género
Izar Lizarralde y Gorka Rodríguez
Al igual que ocurre en las comidas familiares, el feminismo abarca diversos tipos de personas e ideas. Como si de dos hermanas se tratase, nombrémoslas Liberal y Radical, estas dos corrientes feministas comparten una misma raíz, pero se pelean por sus diferencias. Esta vez, la discusión se ha producido debido a un nuevo proyecto de ley a favor de los derechos de las personas transexuales. La mayoría de los medios de comunicación han fijado su atención en la versión de Liberal, por lo que es necesario indagar en las ideas y argumentos de Radical acerca del conflicto. El pasado 2 de febrero, las hermanas vieron a Irene Montero, la Ministra de Igualdad, por la televisión, presentando un nuevo borrador llamado “Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans”. Ambas expusieron puntos de vista muy opuestos, pero con mucho sentido. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Quién de las dos tiene razón?
El radfem y la transexualidad
El feminismo radical o radfem ha declarado la guerra a la nueva propuesta de la Ley Trans. Uno de los pilares del movimiento es la lucha contra el patriarcado y aquellos factores que le sirven como herramienta de opresión hacia la mujer. Esta rama del feminismo defiende la abolición del género, es decir, los roles y estereotipos sociales que se le atribuyen a una persona por su sexo, pues creen que favorece la discriminación que sufren las mujeres. Por ende, creen que las personas transgénero, quienes perciben una disonancia entre el sexo que se les asignó al nacer y su identidad de género, perpetúan los estereotipos sexistas al realizar su transición. Cabe destacar, pues se va a mencionar este término a lo largo del reportaje, que las personas transexuales son aquellas transgénero que se han sometido a cambios físicos y hormonales, como la cirugía de reasignación genital, para adaptar su cuerpo a su identidad de género.
El borrador presentado por la Ministra de Igualdad, Irene Montero, pretende ampliar los derechos y libertades de las personas trans, a la vez que asegurar su integridad física, psicológica y social. En el debate organizado por el programa Gen Playz el pasado 23 de febrero sobre la Ley Trans, la abogada Núria González resume el posicionamiento de las abolicionistas de género considerando que gran parte de las medidas expuestas en el documento coartan las libertades y triunfos del feminismo en el ámbito sociopolítico. Elena de la Vara, letrada de la Administración de Justicia, expone: “Estoy totalmente en contra de la visión de género que se quiere mostrar en la Ley Trans, pues se niega el carácter histórico de lo que verdaderamente es ser mujer”.
Los puntos de conflicto
A pesar de que las feministas radicales no estén de acuerdo con el borrador de Montero, hay ciertos artículos que generan más polémica que otros. Los dos artículos que más les preocupan son el 4, que incluye las definiciones de los términos identidad de género o sexual, persona trans, medidas de acción positiva, expresión de género y transfobia; y el 16, sobre las personas trans menores de dieciocho años. Las radfem se posicionan en contra del artículo 4, pues creen que las definiciones son poco concretas, además de erróneas. Elena Armesto, feminista en contra de la Ley Trans, aclara que las definiciones del borrador confunden los términos “sexo” y “género” sobre los que se sustenta la ley, por lo que invalida el resto del documento y genera muchas inseguridades jurídicas. Además, el apartado 4.5, que define la transfobia, podría ser utilizado en contra de aquellas personas que no comulgan con el discurso transexual, alegando que se trata de un delito de odio. Armesto argumenta que: “Podrían denunciarnos por decir que una mujer trans es un hombre”.
En cuanto al artículo 16, numerosas activistas han manifestado su disconformidad ante la hormonación de menores. La transición en la infancia supone someterse tanto a un tratamiento psicológico, como a una hormonación y consumo de bloqueadores. Los bloqueadores evitan que el cuerpo de aquella persona que los adquiere desarrolle ciertas características referentes a su sexo que surgen en la adolescencia, véase el crecimiento del pecho en el caso de las mujeres o el crecimiento de vello corporal en el caso de los hombres. Elena Armesto, apoyada en un estudio reciente de la Asociación Americana de Pediatría, declara que: “Entre el 80 y el 90% de los niños que se autoidentifican con el sexo opuesto lo superan pasada la pubertad”. Por ello, algunas critican la irreversibilidad de los efectos del tratamiento y sus posibles secuelas tras el desarrollo físico de los individuos que las ingieren.
El artículo 38, sobre las personas trans en privación de libertad, detención o custodia que no cumplan los requisitos para el cambio registral de la mención relativa al sexo, es otro de los más controversiales. Este determina que las personas trans podrán manifestar el deseo de ingresar en prisiones acordes con su identidad de género, en vez de su sexo biológico. Sara Lauper, periodista y activista radfem, denuncia que: “Los hombres trans no van a cambiarse a cárceles de hombres, lo harán las mujeres trans para paliar la violencia que se vive en los módulos masculinos”. Sara también ha participado en un proyecto promovido por la divulgadora feminista Lula Gómez (@lulagomezfem), donde, a través de directos de Instagram, ha analizado los distintos artículos del borrador con otras feministas radicales. En sus intervenciones, todas ellas expresaron su miedo a que este artículo fuese un salvoconducto para paliar las penas por violencia de género de violadores y abusadores.
TRANSGRESIÓN ENTRE REJAS

El artículo 38 del nuevo borrador de la Ley Trans explica que una persona trans tiene derecho a ser recluida en una cárcel acorde con su identidad de género. La controversia surge porque cabe la posibilidad que un hombre cisgénero, es decir, que toda su vida se ha autoidentificado hombre, declare ser mujer trans para ser recluido en una cárcel de mujeres. Su intención es beneficiarse de un ambiente mucho menos hostil que las cárceles de hombres, e incluso se han visto casos de abusos sexuales por parte de estas “mujeres trans” hacia sus compañeras. Un caso que tuvo mucho reconocimiento fue en el año 2018, cuando la reclusa Karen White, la cual había sido encarcelada por sus crímenes de violación contra tres mujeres cuando aun “era” hombre, fue trasladada a una cárcel de mujeres. Al entrar en prisión, White no había concluido su transición a mujer, por lo que mantenía sus genitales masculinos. Durante su estancia en la cárcel de mujeres, Karen abusó sexualmente de varias compañeras y tras ser juzgada por ello se le estimó una condena de cadena perpetua. Estos comportamientos reabren el debate sobre si realmente con declararse mujer sin realizar una transición total es suficiente como para poder ser trasladada a una prisión exclusiva de mujeres. Además, se conoce por un estudio de la BBC que la mitad de los presos trans que existen en las cárceles británicas están en prisión por delitos de abuso sexual. Las radfem no contemplan este tipo de actuación como un caso aislado, todo lo contrario, creen que este artículo avalará las conductas de los depredadores sexuales facilitándoles el modus operandi de violaciones y abusos.
Terminología ofensiva
A raíz de las movilizaciones por los derechos de las personas transexuales que han tenido lugar en las últimas décadas, han ido surgiendo grupos de mujeres que han manifestado abiertamente su oposición a las medidas y reformas solicitadas por el colectivo trans. Actualmente, una duda que arrasa entre las feministas es: ¿Cómo debemos denominar a aquellas mujeres que están en contra de la Ley Trans?. TERF, feminista radical, abolicionista del género… Son palabras que conforman el vocabulario de los círculos feministas del presente.
Uno de los términos más utilizados para referirnos a estas feministas es el acrónimo TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist, en español, Feminista Radical Trans Excluyente). Según la web feminista Madame Bechamel, el origen de estas siglas tiene lugar en los 70 y se debe a la publicación del libro El Imperio Transexual: la construcción del maricón con tetas, de Janice Raymond. En él se recogen por primera vez una serie de argumentos y bases científicas y sociales en contra de las mujeres trans, lo que ha servido como fuente de inspiración y documentación a las activistas de la actualidad. Progresivamente, las siglas que se crearon para denominar al posicionamiento en contra del ideario transexual se convirtieron en un insulto. “El término TERF es un término misógino que se utiliza para deshumanizar, sinónimo de feminazi y bruja”, afirma la licenciada en derecho Elena de la Vara, “Busca señalar de forma negativa a las mujeres feministas que están manteniendo un discurso determinado, para que la gente lo vea directamente como algo malo y no se las escuche”. La feminista Zuriñe Ojeda, invita a utilizar los términos “feminista radical” o “abolicionista del género” de forma más respetuosa. “No podemos estar machacándonos entre compañeras”, añade Ojeda.
Redes sociales, la nueva trinchera
El nuevo proyecto de ley ha traspasado fronteras y ha establecido el campo de batalla en las redes sociales. Feministas y transexuales de todas partes del mundo discuten tras sus users de Twitter los artículos del borrador y los comparan con otras legislaciones que se han implantado en países más avanzados en este campo, como Reino Unido. Una de las discusiones más trascendentes sobre el tema se produjo a raíz de la publicación de un tuit por parte de la famosa escritora J. K. Rowling. La autora de Harry Potter, dedicó unas palabras a defender la inmutabilidad del sexo: “Borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas para discutir de manera significativa sus vidas”. Su discurso atrajo la atención de un gran número de feministas, que no dudaron en rebatir su argumento a través de los comentarios valiéndose de términos como TERF o feminazi.
En España, algunos de los nombres más alabados por el feminismo radical son los de la escritora Lucía Etxebarría, la ilustradora María Munrau (Feminista Ilustrada), la animadora y divulgadora Lula Gómez o la jurista Paula Fraga. Las campañas #NoLeyTrans y #QueerEsMisoginia impulsadas por las activistas mencionadas anteriormente, entre otras, conforman la mayor barrera entre las distintas ramas del feminismo desde la lucha por la abolición de la prostitución. Sumidas en la cultura del acoso y la cancelación, las abolicionistas de género piden que se las escuche y dejen de faltarles el respeto. A su vez, las transfeministas exigen el mismo respeto hacia el colectivo trans.
En definitiva, cualquiera que tenga una hermana sabe que, antes o después, deberán dejar sus diferencias a un lado y luchar por un bien común. Liberal y Radical se encuentran enfrentadas, pero, al final, la familia prevalece. El feminismo tiene demasiados opositores como para permitirse luchas internas y el 8 de marzo se acerca. ¿Se unirán para defender a la mujer por encima de todo?
Feminismo inTRANSigente es un proyecto para la carrera de Periodismo. El tema “opinión de las transexcluyentes acerca de la Ley Trans” fue escogido como reto personal, para testar nuestra capacidad de narrar desde la neutralidad un punto de vista completamente ajeno al nuestro propio. Tanto Mama Jarana en general, como Izar Lizarralde y Gorka Rodríguez en particular, no apoyamos las ideas expuestas a continuación. El feminismo tiene a la mujer como sujeto político y las mujeres trans son mujeres. En Mama Jarana no toleramos ningún tipo de exclusión hacia colectivos minoritarios sujetos de nuestra lucha. El feminismo es de todas.
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